Buscando chamba
Acababa de terminar la preparatoria lo cual fue un gran alivio para mí, nunca fui bueno para estudiar, así que lo primero que hice al salir fue buscar un trabajo. Tengo amigos de grados superiores, todos me hablaban de lo genial que era conseguir tu propio dinero, palabras que incentivaban más mi búsqueda. Durante aproximadamente un mes estuve mandando mi curriculum a todos lados, pero nadie llamaba. Me sentía un fracasado y un peso en mi propia casa, quería ayudar con los gastos.
La primera oferta que recibí fue de un gran almacén en mi ciudad, la señorita al otro lado del teléfono me comento que normalmente no contrataban recién salidos de la escuela, pero que al gerente le gusto mi perfil
En ese momento me sentí el chico más afortunado, tenía una oportunidad dentro de las mejores empresas de la ciudad, solo había escuchado maravillas de ella. Para el día de mi entrevista pedí prestada alguna de las playeras de papá y usé mucho gel en mi cabello, me miraba en el espejo, pero una risa siempre se escapaba, me veía demasiado “arreglado”.
Mis nervios me traicionaron ese día, desde que llegue a la sala de espera no podía dejar de mover mi pierna, mis manos sudaban y las miradas de los trabajadores que llegaban a checar su entrada eran incomodas, casi preguntándose que hacia un niño allí. La entrevista fue horrible, el hombre de mediana edad no dejaba de preguntarme cosas técnicas del almacenaje, nunca creí que fuera tan complejo apilar cajas.
Salí de ese lugar con la cabeza abajo y sintiéndome completamente derrotado. Con el pasar de los días fui olvidando la idea de trabajar en ese lugar, para mi sorpresa una llamada me regreso mi esperanza. Era el gerente hablándome directamente, los nervios de nuevo se apoderaron de mí, pero su informal manera de hablar me calmó un poco. Después de un intercambio de palabras me ofreció un puesto de aprendiz, me comento que la paga no era buena comparada con uno fijo pero que con el tiempo iría ascendiendo. Yo, estando desesperado por empleo acepte la oferta sin pensar mucho si lo que me pagaría sería justo.
Mi primer día llego, me presente aún con nervios, era algo normal, era mi primer trabajo tenía miedo de arruinarlo. Espere de nuevo en esa sala, las miradas de los trabajadores no se hicieron esperar, algunos me reconocieron y me saludaron con la cabeza.
El gerente por fin se apareció, su gran tamaño provoco que me estremeciera, sin duda era a alguien a quien llamarían “Big boy”. Piernas enormemente anchas, brazos fornidos aunque cubiertos de grasa, un abdomen sobresaliente; podía ver como la hebilla de su cinturón apenas podía aguantar con tremendo tamaño, una barba poblada y un sobresaliente bulto en su entrepierna; lo vi por inercia no fue intencional.
Me llevo a su oficina y me dio un vistazo rápido, casi parecía como si me estuviera viendo de otra forma. Su actitud fue la misma que la que tenía en llamada, relajada y hasta cierto punto informal. Se presento como el gerente administrativo, supongo que un puesto alto, me estiro su mano.
─Marco, puedes llamarme así ─la voz del hombre me hizo templar por un momento, era gruesa a más no poder, pero no era fingida, era la imagen del hombre perfecto.
─Sebastián ─respondí por defecto.
Marco me explico de que iría mi trabajo, solo tenía que estar desechando cajas o materiales que ya no sirvieran o estuvieran en mal estado. El trabajo sonaba sencillo, aunque la idea que más me fascino fue la de manejar un montacargas, estaba ansioso por empezar.
Me llevaron a mi área de trabajo y me presentaron con los otros chicos que estaban allí. Uno de ellos, que parecía ser el líder, se acercó primero, fue directo en las tareas que me tocarían realizar y como ultimo comentario «Espero que dures más de un mes, es una lata estar capacitando para que se vayan pronto».
Eso me hizo enojar, había batallado mucho para conseguir este empleo, no pienso dejarlo por pequeños malentendidos. Deje pasar mi molestia y me concentre en mi trabajo, era bastante sencillo pero tedioso, es como si me dejaran el trabajo que nadie quería hacer.
Después de algunas horas me toco ir a comer, había dos áreas para eso, la cafetería o la terraza, decidí ir a la segunda ya que traía comida que mi mamá me mando. Pase algunos minutos en silencio disfrutando del viento frío y la comida deliciosa. Escuche el rechinido de la puerta de metal, alguien estaba subiendo, mi vista se quedó esperando a la persona con la que me tocaría compartir mi hora de descanso.
Era Marco, camino a toda prisa hasta llegar al borde de la azotea en donde se recargo en la barda y encendió un cigarro que saco de la parte interior de su saco. Aspiro bastante del cigarro, aguanto la respiración y de golpe soltó un resoplido que se escuchó por toda la azotea. Se dio media vuelta dando la espalda al borde, fue allí cuando me vio y me saludo levantando su cigarro.
Me puse nervioso, se supone que era el jefe, no sabía que tipo de relación debía de tener con él o como tratarlo para empezar. Lo salude aun estando nervioso, la mano que levante para hacerlo templaba, la baje de inmediato. Me hizo una seña para que me acercara, sin mucha motivación lo hice, mis piernas se pusieron tan rígidas que se movieron en zigzag, seguramente parecía un estúpido pingüino.
─¿Fumas? ─me cuestiono con su voz profunda. Negue con la cabeza, nunca había hecho eso, yo era más de tomar alcohol─ ¿Quieres probarlo? ─volví a negar mientras me estiraba el cigarro que sostenía en la mano ─Nunca lo has hecho, no es así ─me sonrío─ porque no lo intentas, si quieres trabajar aquí debes encontrar una manera de lidiar con el estrés.
Aún con temor, suspire poco a poco el sabor del tabaco, mis pulmones rápidamente se sintieron calientes, pero después, una extraña sensación de alivio. Irremediablemente, tosí con fuerza sacando todo el humo que subió de repente. Escuché a Marco reírse un poco seguramente esperando ese resultado, yo no pude evitar sonrojarme después de haber caído en ese juego.
El día llego a su fin, tomé mis cosas, me dirigí hacia mi transporte, estoy comenzado a pensar que hacer hora y media de camino todos los días va a ser un fastidio. Llegando a casa la cena estaba lista, le conté a mis padres como estuvo mi día, algo que me pareció raro fue el fuerte bajón de energía que tuve de un momento a otro, sin dudarlo, me fui a dormir.
Esa noche dormí profundamente, mis pensamientos se disolvían entre toda la neblina mental, mi cuerpo me decía que debía de seguir descansando mañana tendría otro día de trabajo.
Una luz se colocó en mis ojos buscando la forma de que los abriera, pensé que se trataba de alguien que entro en mi habitación, nunca imagine que fueran rayos del sol, yo no tengo ventanas. Mi mirada se quedó perdida, aun viendo borroso, en el pequeño ventanal en la parte alta de la pared. Mis sentidos se restauraban lentamente, picazón, fue lo primero que sentí en mi mandíbula, traté de mover uno de mis brazos pero era extrañamente pesado, seguramente este adolorido. Sentía una brisa gélida en mis piernas, los dedos de los pies se movían torpemente, todo se sentía diferente.
Empleando más fuerza me gire en la cama, mi cuerpo se sentía corpulento y pesado. Mi vista se situó en mi brazo izquierdo, vi manchones negros, eso fue suficiente como para levantarme alarmado, por mi cabeza paso que se podría tratar de algún insecto. Con todos mis sentidos restaurados por fin entendí lo que estaba pasando.
Mis manos eran grandes, estoy seguro que puedo aplastar la cabeza de alguien con ellos, mi brazo izquierdo estaba tapado de tatuajes, no tengo idea de que significan. Mis piernas se habían hecho enormes, no llevaba prenda alguna estaban expuestas ante el frío que seguía entrando. Mi abdomen estaba hinchando, una barriga que parecía que llevaba años creciendo, la camiseta negra disimulaba un poco la complexión ancha.
Me levante de golpe colocando con fuerza mis dos piernas en el suelo provocando un pequeño temblor por la habitación. Un espejo en la pared llamo mi atención.
─¡Que carajos! ─grite después de ver a un hombre corpulento en el espejo copiando mis movimientos.
Sentía mi cuerpo temblar, sudor frio bajaba y mi mente no paraba de preguntarse miles de cosas. La picazón de la barba fue insoportable para ese punto, con mis dedos anchos rasque con fuerza y desesperación esperando que simplemente despareciera esa horrible sensación.
─¿Qué mierda paso? ─continúe rascando con fuerza─ este no soy yo ─una punzada en mi cabeza me obligo a retroceder─ este es el gerente ─me fuerzo a permanecer activo, tratando de que mi mente no se abrume ─me llamo Sebastián, cumplí 18 hace un mes, este no soy yo, no es mi cuerpo─ respiro agitadamente mientras sigo tocando mi barba─ soy Sebastián, soy…
Mi mente se quede en blanco, trato de recordar información sobre mí, toda comienza a desaparecer y a ser sustituida por recuerdos que no eran míos, sino, de este cuerpo. Toda su vida o por lo menos los recuerdos más importantes me atacan sin piedad. Desesperado tome el teléfono del buro, busque mi perfil en la única red social que recordaba y allí estaba, Sebastián Murillo, veía lentamente las fotos que publique, mi primer día en la escuela, las bromas que hacía, las veces me junte con mis amigos, todo lo que era estaba allí. Rápidamente busque un cuaderno y un lápiz.
─Soy Sebastián Murillo, acabo de cumplir 18 años, sagitario ─hablaba mientras escribía una y otra vez mis datos evitando que los recuerdos que no me pertenecían me cambiaran.
Mi mente dejo de arder, baje el lápiz y mire el cuaderno revisando las más de 30 hojas que escribí. Caí al suelo mientras esperaba que todo se calmara, que mis “viejos recuerdos” se restauraban.
Soy Sebastián, este no soy yo, ayer conocí al dueño de este cuerpo ─hablaba entrecortado─ es el gerente de mi nuevo trabajo, desconozco porque me parezco a él ahora.
Me levante con suavidad aliviando todos mis nervios evitando temblar. Mi respiración, agitada, se tranquilizó. Vi mi reflejo una vez más, el miedo a sentir esa punzada de nuevo estaba latente, mi mirada se perdió, esperando un ataque hacia mí. Cerré los ojos, los recuerdos de quien era seguían intactos.
─Soy Sebastián Murillo ─suspire de alivio.
Mi mente se activó rápidamente, por fin me estoy dando cuenta de mi situación, la primera cosa que noté, no tengo pantalones y mucho menos calzones. Mi cara arde, mi respiración se siente pesada y la sangre circula libremente por mi entrepierna; una carpa se levanta al final de mi camisa.
Una de mis manos se mueve despacio, tiembla tan apresurada que mi muñeca comienza a fatigarse. Lo tomo con suavidad mientras una fuerte descarga se libera por todo mi cuerpo, aunque, era extraño, era diferente a lo que estaba acostumbrado. Esperaba un fuerte “pum”, pero obtuve un “zas”, algo lento a mi parecer, pero igual de placentero. Sin duda, algunas cosas cambian de cuerpo en cuerpo.
Aun sosteniéndolo con la tela de la camisa, comencé a estimularme, el típico movimiento, arriba y abajo. Todo era nuevo incluso había diferencia si lo hacia con dos dedos o la mano completa. El tamaño era lo de menos en ese momento, aunque compararlo con mi antiguo pene era casi una obligación, este es una lata de cerveza, ancho y agresivo.
Mis pezones tocaron la camisa, cada tacto que tenían era una estimulación más, sabía que había personas que eran sensibles en esa parte, sin embargo, esto parece hasta ridículo, era extremadamente delicado una nueva forma de estimularme.
Cuando menos me di cuenta ya estaba gimiendo, la grave voz me tenia hipnotizado, jugando con los tonos que ahora puedo alcanzar. Mi espalda se arqueo mientras mi carga subía, lista para salir. La retuve, quería quedarme en ese estado por todo el tiempo que pudiera, en mi cuerpo original duraba bastante, estar entre la máxima excitación y a punto de que la carga saliera era mucho mejor que terminar. En algún punto cerré mis ojos y mi mano se volvió loca agitando mi pene de forma violenta, mis pezones estaban duros y no dejaba de rosar con la camisa. Cuando menos me di cuenta una fuerza, como si de agua extendiéndose por todo mi cuerpo, apareció y me sentí flotando, era la mayor venida que he tenido en mi vida.
Abrí los ojos y miré hacia abajo, la tela negra estaba manchada de blanco, mi semen atravesó por completo la camisa empezando a gotear. Por otro lado, mi mano estaba pegajosa, el liquido se recorría desde mi dedo pulgar hasta mi muñeca.
─¿Por qué carajos hice eso? ─me cuestionaba mientras mi calentura bajaba.
Mi duda se esfumo cuando mi celular vibro sin parar, eran cientos de mensajes, todos preguntándome en donde estaba. En ese momento lo pensé mejor, si estaba en el cuerpo del gerente ahora tenia que seguir su vida, fingir ser él. Además, si yo estaba aquí, el gerente seguramente este en mi cuerpo. Rápidamente me cambien de camisa y me puse un pants deportivo.
Tenia que llegar y encontrarlo, o mejor dicho, encontrarme, quería una explicación y si el era el responsable sabría como cambiarnos de vuelta.
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